sábado, 4 de abril de 2020

El mundo se dio vuelta

El mundo se dio vuelta
pero la cascada seguía allí
la taza de té
la manta caliente
la promesa de vida que nos hicimos
los regalos que nos hicimos
el amor que nos hicimos
la tierra se partió en mil
y mi corazón también
pero tu risa profunda me tiró una soga
el hilo de Ariadna que me haría volver

Juro que voy a volver
y como la serpiente de tu viaje
voy a mirarte a los ojos y decir
pude renacer

sábado, 28 de marzo de 2020

La ballena celeste



Con lágrimas en los ojos te cuento
mi abuela usaba un camisón celeste 
y me dejaba recostarme en su panza cada noche
que dormíamos juntas
su panza era como el mar
enorme y tibio
como una ballena dulce, que olía a caléndula 
una ballena suave y paciente, que escuchaba mil veces mi contar 
que mil veces me veía saltar, jugar, inventar
me regalaba su cocina y millones de ingredientes para crear recetas locas, de arena, polvo de hornear, botones y sal
me enseñó a hacer perfume, con alcohol y pétalos de rosa de su jardín 
me enseñó repostería, a hacer ñoquis y que si me tocaba la hoja de laurel del tuco, era mi turno de lavar los platos 
me dejaba ensuciarme para jugar e investigar
me dejó alojar mis colecciones enormes de juguetes en su casa, porque ella también adora coleccionar
me enseñó a protegerme con palabras
también a bañarme con ellas  -a ella le debo la pasión por leer- 
se ponía sus lentes para leer mis cuentos
y también en la hora sagrada del té nocturno
mientras ella hacía palabras cruzadas, mi cuerpo inquieto de hormiga se sosegaba
y me dejaba mojar las Criollitas en su té de boldo, hasta que casi se deshacían
recuerdo meter la nariz en la taza y jugar a que me perdía en la negrura de la infusión, y en su aroma profundo
tan profundo que lo llevo en mi corazón
como las caricias de la ballena dulce, que el tiempo voló su memoria, pero nunca su ternura 
“Abuela, ¿te acordás?” “No, hijita” “No importa abu, yo sí”

Yo sí me acuerdo, y escribo para no olvidar 

martes, 7 de enero de 2020

15 minutos en la gran ciudad

Me tomo 15 minutos en la gran ciudad
elijo quedarme, perderme
donde quiero estar
unos acordes felices y generosos
me mecen entre la dicha y la nostalgia
de unas manos pequeñas que también
se toman 15 minutos en la gran ciudad

el arte irrumpiendo en el caos
en este mismo instante
entre bombas y gritos
entre egoísmos y arrebatos
me voy al sur con la emoción
me voy al recuerdo de los regalos
más bellos que recibí
¿sabés quienes me dieron esos regalos?
los ojos de la gente libre

una explosión me asusta
una movilización violenta me tironea
(por dentro y por fuera)
es una prueba, lo sé
resisto y resistimos
abrazada al recuerdo de los ojos más libres que vi
los abrazos más sinceros que recibí
resisto
el amor hace que resista
la sensibilidad
mi corazón todavía respira y pide
me habla a  los ojos, me indica el camino
el miedo tironea, violento
es una prueba, lo sé

me voy al sur con el ensueño
me voy al sur con la esperanza
bailo en la gratitud
aunque el miedo me anude la garganta
y las explosiones me asusten
puedo caminar
puedo hablar
puedo cantar, llorar, reír, comprender, comprender
hoy soy y puedo ser
también, puedo ser más
siempre puedo ser más

-¿cómo estás?
- bien, pero ya se me va a pasar - dice un señor que se encontró con una amiga

¿cómo estoy? me pregunto
mal, pero ya se me va a pasar

hoy bailo en la gratitud y me recuerdo no olvidar

Tu nombre grande

Pienso de nuevo en la vida, que nos encuentra y sorprende
El verde de la tierra nos llama y nos abraza bajito y caliente
Necesito perder la mirada para encontrar mis ojos
en la lluvia
en los brotes
en tus manos que todavía no aprendieron a tejer, según vos

Tenés un nombre tan grande, como el mío
tan parecido a la libertad
y tan cerca del cielo

Tus ojos grandes me llaman, quiero saber
pasar noches con vos y tu historia;
que tu voz dulce camine por mis oídos
y si tu piel me llama, poder tocarla sin preguntar


domingo, 5 de noviembre de 2017

Escalera de Penrose

                                                                     Klimmen en Dalen, M.C. Escher

Desperté con la idea del quebranto del espíritu, y la respuesta se hizo presente sin esperar; una sacudida de certeza me mostró que lo esencial no es materia, ni lo será jamás. No se crea ni se destruye, simplemente es. Se expande y contrae, como la pulsión que late en la fragilidad de este cuerpo. Somos un pedacito irrisorio de la realidad tangible, en este cuerpo que nos abstrae, y nos hace creer ejes dominantes.
                Dicen algunos autores que Sigmund Freud hizo un hallazgo revolucionario, que constituyó una herida narcisista para la humanidad: comenzó a trazar la idea de que no somos dueños de nosotros mismos. ¿Cómo así? Claro está que nuestra soberbia innata nos lleva a creer que somos dueños y artífices de este cuerpo que poseemos, y de la vida que llevamos. Solemos creerlo, desplazando un terreno sombrío que angustia y paraliza, como todo lo desconocido. Subrepticio, latente, siempre amenaza con aflorar (y lo hace) en formas manifiestas que afectan al yo consciente y nuestro día a día.  El Psicoanálisis lo llama Inconsciente, y la Psicología Junguiana lo condensa en la sombra.  Me gustaría detenerme en este concepto: sombra. Para mí, irrevocablemente acertada. El Inconsciente es sombra que pulsa, queda al margen de lo conocido, pero nos articula cual titiritero, desplazándonos por el escenario de la vida.
                La vida consciente se caracteriza por la ambigüedad, por la tensión e intercambio de fuerzas, avances y retrocesos, ganancias y pérdidas. El devenir de la vida nos hace creer que lo consciente es todo lo existente. Pero cuando nuestra humanidad sucumbe, comenzamos a ampliar el espectro perceptivo, a hacernos preguntas, cuyas respuestas dependerán de nuestro trazado fantasmático.  Los mecanismos de defensa que empleamos intentan protegernos del desplome.
                El yo es un entramado necesario, pero también engañoso. Sus reveses nos pueden impactar, generando bloqueos y divagues altamente conflictivos. El entramado del pensamiento nos permite organizarnos, pero también puede sujetarnos de los tobillos y hacernos trastabillar. Es el tamiz de la experiencia viva, el ecualizador de las vivencias, de lo conocido, y también del porvenir. Intenta procesar la angustia de aquello que no conocemos, que no esperamos, que sucede y nos inmoviliza. Afortunadamente, cuando la vida nos mira a los ojos, no nos encuentra a la intemperie. Me gusta pensar que esta esencia valerosa nos brinda herramientas, tales como la intuición, para hacerle frente a aquello que nos atraviesa.  La intuición es un llamado sin palabras que puedan leerse u oírse. Se saben, se acogen en lo profundo del ser. Nuestra humanidad nos permite hacer eco de esa señal, actuar en consecuencia o bien ignorarla. Pero el espíritu sabe, es claro, dada su naturaleza etérica.
                Las disciplinas cerradas, son una proyección del yo entrampado, una mentalización aguda, cual Escalera de Penrose. Ya sea en el Psicoanálisis, la Biología o la Historia, si se niega o vela el carácter esencial de las cosas, el misterio, la fe, las teorías quedarán tambaleantes.  La vuelta racional exhaustiva a la vida, nos apresa. Como toda resistencia, nos imposibilita y condiciona. Pero el abandono consciente, la certeza que nos brinda el conectarnos con la naturaleza esencial, el propio ser, oficia de agua mansa que nos contiene y mantiene a flote. Para esto no se necesitan (de hecho, se evitan) las teorizaciones. Es necesario dejarse llevar, agudizando el oído espiritual, los sentidos que captan lo intangible.
                El registro simbólico, el mundo de las palabras, articula ese llamado sutil, para que despleguemos el sentido de ese mensaje y lo impliquemos en nuestra vida. El devenir del misterio nos hace fluctuar, y el yo es el timonel que se genera durante el paso por nuestra vida. Las elecciones que tomamos son el curso que toma el propio ser, atravesando el entramado laberíntico del pensar. Cuanto más nos abandonemos al ser, más se sentirá la influencia de fuerza que ejerce el axis mundi.



lunes, 30 de octubre de 2017

Estoy ubicada exactamente
en el mismísimo punto áureo
de la calma que antecede
a la tormenta

puedo sentir
la interminable ausencia
del alma de los pájaros
ni siquiera se oyen
los arrumacos de las palomas
ni un solo auto que pasa
por la concurrida Necochea
ni un solo perro ladrando
ni una sola respiración,
más que la mía

estoy despierta
el flash de un relámpago
me levanta los párpados
abro los ojos, y los vuelvo a cerrar
esperando el eco de un trueno
que nunca se oyó

segundo flash

tercer flash

fueron tan seguidos
e inconsecuentes
que me pongo nerviosa
y  en la leve claridad que se filtra
por la persiana
diviso una forma antropomorfa
parada frente a mí
y sin pensarlo la enfrento
y la golpeo

era sólo una campero en mi perchero
estoy nerviosa
asustada
me escondo para escribir esto
nunca me asustaron las tormentas
creo que me acostumbré,
últimamente
a detectar la peligrosa calma
antes de la tormenta
y por eso hoy, temo

me consuela
sin embargo
el acto involuntario de enfrentar
y golpear
aunque sea sombra inanimada
a aquello que me amenaza

tal vez
como la tormenta
sea yo quien se despierta
lentamente

El dolor duele
para que la vida, vide
sí, vide
la vida, vida
el verbo más irrepresentable
del lenguaje
que no sé si alguien alguna vez
pensó que existiera

hay preguntas comunes al fluir
de la humanidad
¿por qué ahora?
¿por qué a mí?
¿por qué tiene que pasar esto?
¿dónde está Dios?
Dios está en la gente que vide la vida
Dios tiene los ojos de Todo
está en todo y todos

la flor índigo del conocimiento
en un tapiz
o una manta
hecha en un telar, por manos del tiempo

veo juncos a la orilla del río
pestañas lacrimosas
brotes incipientes
descubrimientos sedimentosos
un anillo de oro
que resurgió del fondo
una falda de tul que se mece
y suaviza el ambiente
la simetría de un rostro
que se transforma en mil
un origami que se despliega
un suspiro que inaugura calma
una chispa que bendice el vacío
una cerradura que conecta dos umbrales
acordes que estremecen
pasos que acompañan la visión se desvanece y yo vuelvo a recostarme mareada de alegría saboreando la frescura del agua y relamiendo la suavidad de mis labios cierro los ojos y pienso en cómo todo comenzó ...